sábado, 8 de noviembre de 2014

Conversación con Picasso

“Me comporto con mi pintura igual que me comporto con las cosas. Hago una ventana igual que miro a través de una ventana. Si esa ventana abierta no queda bien en mi cuadro, corro una cortina y la cierro, como haría en mi habitación. Con la pintura hay que actuar igual que en la vida, de forma directa. La pintura, por supuesto, tiene unas convenciones, y es indispensable tenerlas en cuenta, no hay más remedio. Por esa razón es preciso tener constantemente ante los ojos la presencia de la vida.     
El artista es un receptáculo de emociones procedentes de cualquier lugar: del cielo, la tierra, de un trozo de papel, de una figura que pasa, de una telaraña. Por eso no hay que establecer distinciones entre las cosas. Para ellas no existen escudos de nobleza. Uno tiene que agarrar lo que le parece interesante donde lo encuentra, excepto en las obras propias. Me horroriza copiarme, pero cuando me enseñan una carpeta de dibujos antiguos, por ejemplo, no vacilo en agarrar de ella lo que quiero.
El pintor experimenta estados de plenitud y de evacuación. Ése es todo el secreto del arte. Si doy un paseo por el bosque de Fontainebleau  y  agarro una indigestión de verde, debo evacuar esa sensación en un cuadro. En ese caso dominará el verde. El pintor pinta como una necesidad urgente de descargar sus sensaciones y sus visiones. Los hombres se apoderan de ellas para cubrir un poco su desnudez. Agarran lo que pueden y como pueden. Yo creo que al final no agarran nada; simplemente cortan un traje a la medida de su incomprensión. Lo hacen todo a su imagen, desde Dios hasta el cuadro. Por eso el cáncamo es el destructor de la pintura. Ésta siempre tiene alguna importancia, como mínimo la del hombre que la ha hecho. El día en que se compra y se cuelga de la pared, adquiere una importancia de otra clase, y la pintura se echa a perder.
La enseñanza académica de la belleza es falsa. Nos han engañado, pero tan bien que ya no podemos encontrar ni siquiera la sombra de una verdad. Las bellezas  del Partenón, las Venus, las Ninfas, los Narcisos, son mentiras.
Todo el mundo quiere comprender la pintura. ¿Por qué no se intenta comprender el canto de los pájaros? ¿Por qué a la gente le gusta una noche, una flor, todas las cosas que rodean al hombre, sin tratar de comprenderlas? En el caso de la pintura, en cambio, se quiere comprender. Que comprendan sobre todo que el artista obra por necesidad; que también él es un ínfimo elemento del mundo, un elemento al que habría que darle la misma importancia que a tantas otras cosas de la naturaleza que nos deleitan pero que no nos explicamos. Quienes intentan interpretar un cuadro, casi siempre se equivocan. Hace algún tiempo, Gertrude Stein me anunció, contentísima, que por fin había comprendido lo que representaba mi cuadro: tres músicos. ¡Era una naturaleza muerta!"
                                                                   Christian Zervos (Cahiers d´Art 1935)

              BERNADAC, M. L., DU BOUCHET, P., “Picasso, artista y bohemio


                                                 Pablo Picasso, Naturaleza muerta (1931)

sábado, 1 de noviembre de 2014

Entrevista a Pier Paolo Pasolini (1975)

SALÒ O LOS 120 DÍAS DE SODOMA 

PASOLINI: -Los sádicos han sido siempre poderosos, éste es un dato real. De hecho, en Sade, los cuatro que hacen las cosas tremendas en los 120 días son un banquero, un duque, un obispo y un presidente de la corte que representan el poder, el brazo secular del poder. Son cuatro nazi-fascistas de aquel tiempo, pero son personas particularmente cultas, capaces de leer muy bien a Nietzsche o a Baudelaire, o quizás incluso a Lautréamont... Son personajes más bien ambiguos. Y luego, sobre todo, el film carece de psicología y, por lo tanto, carece de datos personales reales. Otro elemento de inspiración del film es el recuerdo de aquellos días que viví, los días de la República de Salò... 

BACHMANN: -¿Estabas allí en aquellos días? 

PASOLINI: -No estaba en Salò, sino en Friuli. Friuli se había convertido en una región alemana, estaba burocráticamente anexada a Alemania. Se llamaba el "Litoral Adriático". Había un "Gauleiter", que era una especie de gobernador... desde el 8 de septiembre de 1943 hasta el fin de la guerra. Y entonces pasé días espantosos en Friuli. Para empezar, hubo una de las luchas partidarias más duras y mi hermano murió allí. Fue una de las más crueles porque Friuli estaba bajo completo control de Alemania y pocos fascistas se veían allí. Eran verdaderos asesinos. Y además, Friuli era continuamente bombardeada por los americanos, porque los "Flying Fortresses" tiraban bombas en Friuli en su camino a Alemania. Redadas, ciudades vacías, bombardeos... casi inútiles, por pura crueldad. 

BACHMANN: -¿En qué ciudad estabas? 

PASOLINI: -Estaba en Casarsa, la ciudad de mi madre. 

BACHMANN: -¿Dónde naciste? 

PASOLINI: -No, yo nací en Bologna. Ésa es la ciudad de mi madre, donde pasé parte de mi infancia, donde iba cada verano cuando era niño. Allí fuimos evacuados en 1943. 

BACHMANN: -¿Evacuados? 

PASOLINI: -Significa "refugiados". 

BACHMANN: -¿De Bologna? 

PASOLINI: -Sí. 

BACHMANN: -Entonces allí no trabajabas. 

PASOLINI: -No, estaba aún estudiando. Escribía los poemas que fueron mis primeros poemas friulianos. 

BACHMANN: -¿En qué año naciste? 

PASOLINI: -En 1922. 

BACHMANN: -¿Cómo puede ser entendido el mensaje de este film por los jóvenes de hoy? 

PASOLINI: -Yo creo que los jóvenes no lo entenderán. No me ilusiono con ser entendido por los jóvenes porque es imposible instaurar una relación cultural con ellos, dado que viven nuevos valores que son incomparables con los viejos valores en nombre de los cuales hablo. ¡Es como si tuvieran un acuerdo! Hablan, ríen y se comportan de la misma manera, usan los mismos gestos, aman las mismas cosas, manejan las mismas motocicletas... En suma, yo vi los uniformes. Cuando era niño, vi el movimiento juvenil fascista, pero nunca vi gente en uniforme como ahora. No son de una organización, no se llaman Boy Scouts, Balilla o Juventud Fascista, no se llamarán así, pero todo está basado en este movimiento juvenil informal y autocreado. Todo está basado en los chicos, en los jóvenes. Lo horrible del periodismo de la cultura italiana es que “los jóvenes son libres, no tienen complejos, son desinhibidos, son felices”. Toda la burguesía italiana está convencida de esto. Y también toda la izquierda. Creen que estos jóvenes son finalmente los jóvenes... ¿Comprendes? ¡¬No entienden, no ven, porque no los aman! Quien no ama a los campesinos, no entiende su tragedia. Quien no ama a los jóvenes, se desentiende de ellos. Dice: “Pero si son alegres, desinhibidos...”. No le importan porque no los ama. No habiendo amado a los de antes, no advierte que los de ahora han cambiado. Son siempre los mismos para él. Yo, como los he amado, los he seguido siempre. Por eso, esto para mí es una catástrofe. Es toda una declaración de amor, todos mis libros y mis obras narrativas hablan de jóvenes. Los amaba y los representaba. Ahora no podría hacer un film sobre estos imbéciles que nos rodean. A veces mis ojos se llenan de lágrimas cuando veo al hijo de Ninetto, que tiene un año. Me vienen las lágrimas por piedad por su futuro. Sí, porque los padres de estos hijos terribles, de esta nueva generación de jóvenes odiosos... hablo de las masas, porque luego, pobres, hay infinitas excepciones. En las grandes ciudades industrializadas la juventud se volvió odiosa, insoportable. ¿Pero qué han hecho los padres, aquellos que tienen cuarenta, cincuenta años? ¿Qué han hecho para prevenir que estos hijos fueran así? Los padres que tienen hijos de quince a veinte años objetivamente ya no les pueden enseñar nada... porque no tienen experiencia del tipo de vida que sus hijos viven, entonces no tienen derecho a decir: "Mira...". Cuando eran jóvenes, su problema era encontrar pan mientras que el problema de sus hijos es encontrar una motocicleta. Entonces no les pueden decir: "Cuando yo era joven...". No, porque su tipo de vida era tan diferente que no tienen derecho a enseñar y entonces se quedan callados. ¿Pero cuál generación creó las condiciones para que sus hijos vivieran así? Es siempre su culpa. Entonces, pobres, en la relación con sus hijos son impotentes y hasta podemos entenderlos, pero son los responsables de esta situación. 
¡El ideal es el consumismo! Hay un enorme grupo que se extiende de Milán a Bologna, comprende Roma y se extiende por el sur. Es una civilización homologante que hace todo igual. Entonces es claro que caen las barreras, los pequeños grupos... 

BACHMANN: -¿Sin ideología? 

PASOLINI: -¬¡Cómo que no hay ideología! La ideología consumista... En vez de llevar una bandera, se ponen ropas que son una bandera. Han cambiado algunos medios y algunos instrumentos externos, pero, en la práctica, es un empobrecimiento de la individualidad que se disfraza a través de su valorización. 


CÍRCULO DE LAS MANÍAS 

PASOLINI: -El film fue ofrecido a Sergio Citti y yo trabajé con él en el guión. Mi principal contribución al guión fue darle una estructura de tipo dantesco que probablemente Sade ya tenía en mente. Dividí el guión en círculos, le di al guión una suerte de verticalidad y un orden de carácter dantesco. Pero mientras trabajábamos en el guión, Sergio Citti, poco a poco, perdía interés porque tenía la idea de otro film, y yo, en cambio, poco a poco me enamoraba. Y me enamoré por completo cuando me vino esa iluminación de transportar a Sade a 1944 en Salò. 
Durante la edad "represiva" el sexo era una delicia, porque se hacía a escondidas y era una burla a todas las obligaciones que el poder imponía. En cambio, en las sociedades tolerantes como se declara la nuestra, el sexo produce neurosis, porque la libertad concedida es falsa y, sobre todo, es concedida desde arriba y no ganada desde abajo. Por lo tanto, no es vivir una libertad sexual, sino adecuarse a una libertad que viene concedida. Y entonces, en cierto punto, uno de los personajes de mi film dirá exactamente: "Las sociedades represivas reprimen todo... entonces los hombres pueden hacer todo". Pero agregué este concepto que para mí es lapidario: "Las sociedades permisivas permiten algo... y se puede hacer sólo aquel algo". Es terrible, ¿no? Hoy, en Italia, se pueden hacer algunas cosas. Antes, en realidad, nada era concedido. Las mujeres eran casi como en los países árabes, el sexo estaba escondido y no se podía hablar de eso, y ni siquiera se podía mostrar un seno medio desnudo en una revista. Ahora... conceden algo. Conceden fotos de mujeres desnudas... pero no de hombres. 
Después, una gran libertad en las parejas heterosexuales, "libertad" por decir de algún modo, porque debe ser ésa y además es obligatoria. Como es concedida, se volvió obligatoria. Como es concedida, un muchacho no puede no aprovechar la concesión. Entonces se siente obligado a estar siempre en pareja, y la pareja se volvió una pesadilla, una obsesión, en vez de una libertad. ¿Has visto cómo está de moda la pareja ahora? Pero es una pareja falsa, de una insinceridad espantosa. Mira estos chicos que, presos de quién sabe cuál noción romántica, caminan de la mano o abrazados, un chico y una chica. "¿Qué es este súbito romanticismo?", preguntarás. Nada. Es la nueva pareja relanzada por el consumismo, porque esta pareja consumista compra. 

BACHMANN: -Exactamente. 

PASOLINI: -Teniéndose de la mano van a La Rinascente, al UPIM... Son neuróticos los italianos. En una época, durante la represión, eran sexualmente equilibrados. Con la tolerancia se volvieron todos neuróticos. 
Además de la anarquía del poder, mi film trata sobre la posible inexistencia de la historia, polemiza contra la idea de historia que tiene la cultura eurocéntrica, es decir, el racionalismo o el empirismo burgués de un lado y el marxismo del otro. Toma Francia, por ejemplo, con sus relaciones con Argelia y con el Tercer Mundo en general. Francia, que ha alcanzado el mayor racionalismo del mundo. Para Francia, la palabra "libertad" corresponde a "racionalidad". Ahora Francia ha llegado a una especie de saturación de la propia racionalidad. Entonces, ¿cómo soporta una nación como Francia esta irrupción de irracionalidad que trae consigo el Tercer Mundo, el mundo del hambre? Las poblaciones del Tercer Mundo, precisamente porque son reprimidas y tenidas al margen de la vida pública y de la vida política, han conservado, como todas las áreas marginales, un tipo de cultura anterior que, de algún modo, es el tipo de cultura prehistórica. Francia se ubica como la maestra de racionalidad para las poblaciones coloniales. De hecho, los educa muy bien. Francia no ha tomado nada de ellos, sólo ha dado. Les dio un modelo de educación, racionalidad, civilización, pero no supo aprender nada de ellos, porque este tipo religioso, irracional, prehistórico que el Tercer Mundo trae consigo, no es racionalizable. Entonces los franceses deben modificar su razón si quieren comprender, si no quieren quedarse atrás. París es una ciudad maravillosa que admiro porque la matriz de mi cultura está allí. No puedes dejar de admirarla, pero se siente que es... más remota, más lejana, más arcaica que una pequeña ciudad de cualquier nación subdesarrollada que se está creciendo. El mundo moderno será una síntesis entre el mundo de la burguesía occidental de hoy y el mundo de las poblaciones subdesarrolladas que se unen ahora a la historia. La racionalidad occidental será modificada por la presencia de otro tipo de visión del mundo que estos pueblos expresan. La modernidad consiste en esta modificación. Es verdad que el hombre es siempre el mismo, pero también es verdad que cambia. Tanto más porque en este momento nos está amenazando una verdadera mutación antropológica. El verdadero apocalipsis es que la tecnología, la era de la ciencia aplicada, hará del hombre algo distinto de lo que era antes. Ha sucedido algo que no tiene equivalentes en la historia del hombre. 


CÍRCULO DE LA MIERDA 

PASOLINI: -Y estamos aterrorizados por la idea de que nuestros descendientes no sean más como nosotros. Es un poco el fin del mundo. 
El sadomasoquismo es una categoría eterna del hombre: estaba en el tiempo de Sade, está hoy, etc. Pero no es esto lo que me importa. Me importa también esto, pero el sentido real del sexo en mi film es una metáfora de la relación entre el poder y sus subordinados, entonces vale para todos los tiempos. La motivación vino de que yo detesto, sobre todo, el poder de hoy. Todos odian el poder que sufren. Por eso, yo odio con particular vehemencia el poder de hoy, 1975. Es un poder que manipula los cuerpos de un modo horrible, no tiene nada que envidiar a la manipulación de Himmler o Hitler. Los manipula transformando sus conciencias, en el peor modo, instituyendo nuevos valores que son alienantes y falsos: los valores del consumo, que culminan lo que Marx llamó genocidio de las culturas vivientes, reales, precedentes. Por ejemplo, ha destruido Roma. Los romanos no existen más. Un joven romano no existe más, es un cadáver. El cadáver de sí mismo que aún vive biológicamente y está en un estado de desconcierto entre los antiguos valores de su cultura popular romana y los nuevos valores pequeño-burgueses, valores consumistas que le han sido impuestos. Entonces, este tipo de cambio ha difundido entre los italianos la ideología del hedonismo consumista, que es, a su manera, estúpidamente laica y racional, miope, estrecha. Esta ideología toca a todos los italianos, intelectuales incluidos. Yo también, en cierto sentido, sin querer participo en esta ideología, porque yo también estoy feliz de tener un automóvil o de apretar un botón y tener calefacción. Yo también, en cierto sentido, tiendo a los bienes superfluos. Sólo que yo me salvo de todo esto a través de la cultura, etc. En esto, soy un privilegiado. Pero la enorme masa de los italianos ha caído en este mecanismo. Han caído los valores y han sido sustituidos por otros. Han caído los modelos de conducta y han sido sustituidos por otros. Esta sustitución no era el deseo de la gente de abajo, sino que ha sido impuesta por el poder consumista, es decir la gran industria italiana multinacional y también la nacional, hecha de pseudo-industriales, que querían que los italianos consuman ciertos bienes de una cierta manera. Y para consumirlos, debían crear otro modelo humano. Un viejo campesino, tradicionalista y religioso, no consumía la comida chatarra anunciada en la TV. Había que encontrar un modo de que la consumiera. En verdad, los productores fuerzan a los consumidores a comer mierda. El caldo Knapp, etc... Dan cosas adulteradas, malas... los quesos robiola, los quesitos para bebés... son todas cosas horribles que son mierda. Si hiciera un film sobre un industrial de Milán que produce galletas y luego las anuncia y hace que los consumidores las coman, el resultado sería un film terrible sobre la contaminación, la adulteración, el aceite hecho con los huesos de la carroña... Podría hacer un film así, ¡pero no puedo! ¿Cómo puedo estar un año, primero pensándolo y luego filmando? Sería más útil, en el sentido directo y práctico de la palabra, mostrarlo exactamente como es. Pero, ¿quién me manda a hacerlo? Sería autoagresión. 
El poder permanece igual, sólo sus caracteres cambian. El súbdito, en vez de ser austero, religioso, es un consumidor: no previsor, no religioso, laico, etc. Los caracteres culturales cambian, pero la relación es idéntica. Entonces, es un film no sólo sobre el poder, sino sobre lo que llamo "la anarquía del poder". Nada es más anárquico que el poder. El poder hace lo que quiere y lo que quiere es totalmente arbitrario o dictado por sus necesidades económicas que escapan a la lógica común. El cristianismo y el marxismo han sido siempre impuestos desde arriba, nunca han venido desde abajo. Este principio de la sumisión puede ser un poco análogo al instinto de muerte de Marx, ¿no? Coexistente con el espíritu agresivo del amor. En mi opinión, continuó existiendo inalterable bajo el cristianismo, porque el cristianismo enseguida se convirtió en religión de estado, es decir de la clase dominante, y fue impuesto, entonces no cambió estos instintos profundos. En cambio, el único sistema ideológico que realmente involucró también a las clases dominadas es el consumismo, porque es el único que llegó al fondo, que da una cierta agresividad porque esta agresividad es necesaria para el consumo. Si uno es puramente sumiso, sigue el instinto puro de la sumisión como un viejo campesino que bajaba la cabeza y se resignaba... algo sublime, heroico. Ahora este espíritu de resignación, de sumisión, no existe más, porque ¿qué consumidor es uno que se resigna y acepta su estado arcaico, retrógrado e inferior? Debe luchar para elevar su estatus social. "Yo bajo la cabeza en nombre de Dios" es ya una gran frase. Mientras que ahora, el consumidor ni siquiera sabe que baja la cabeza. Al contrario, cree estúpidamente que no la baja y que posee sus derechos. Al contrario, está siempre allí reclamando sus derechos, creyendo en ellos, y en cambio es un pobre cretino. 
El poder es siempre codificador y ritual. Sin querer, me encontré representando en este film la vida del buen pequeño burgués, con sus salones, su té, sus abrigos, y por otra parte la ceremonia nazi, en toda su solemnidad macabra, tétrica y miserable. Porque el poder es ritual y codificador. Pero lo que ritualiza, lo que codifica es siempre la nada, el puro capricho, es decir, su propia anarquía. 


CÍRCULO DE LA SANGRE 

PASOLINI: -Los hombres necesitan el mito. Sin embargo, en el mundo campesino los mitos eran siempre revividos a través de rituales. La misa fue un ritual que cristalizó por milenios un credo religioso. Todas las religiones antiguas pueden resumirse en un esquema, el del eterno retorno: la muerte y luego la resurrección. Muerte y resurrección de la naturaleza, del pasto, de las cosechas. Este eterno retorno ya no tiene sentido para el hombre moderno. El ciclo estacional ha sido reemplazado por los infinitos ciclos de producción y consumo: el de la bicicleta, el del automóvil, el de la ropa... Hay muchos ciclos pequeños. Producir y consumir, producir y consumir es un ciclo artificial, pero un ciclo al fin. Hoy los rituales son de otro tipo, por ejemplo estar en fila delante de una TV, o estar en fila en una cola de automóviles el fin de semana, o hacer un picnic en un campo, siempre el fin de semana. Cada poder tiene sus formas de ritual. Uno de los rasgos de la desaparición del mito y del antiguo ritual campesino, sustituido por la industrialización, es la muerte de la iniciación. La pubertad, para el catolicismo, tenía la Comunión y la Confirmación que ahora ya no cuentan, ya no tienen ningún sentido. Ahora no hay iniciación porque el niño ya nace consumidor. No hay una iniciación a la sociedad de consumo. Los jóvenes tienen la misma autoridad como consumidores que lo ancianos. 
El hombre ha sido siempre conformista. Su característica principal es la de conformarse con cualquier tipo de poder o calidad de vida que encuentra al nacer. Tal vez, biológicamente, el hombre es narcisista, rebelde, ama la propia identidad, etc, pero la sociedad lo hace conformista y él ha bajado la cabeza, de una vez y para siempre, ante las obligaciones de la sociedad. 
Yo no suscito piedad a través de las víctimas si no es con la máxima discreción. De lo contrario, el film habría sido horrible, insoportable. Si hubiera creado víctimas simpáticas que lloraban, que conmovían, después de cinco minutos habrías huido de la sala. Y, sobre todo, no lo hice porque no lo creo. Hay alguien que se rebela, pero se rebela apenas, de modo inconsciente, y es sólo uno. Es la culminación del film: muere cerrando el puño. Pero no escribas esto, querría que fuera una sorpresa. 
No creo que haya nunca una sociedad en la cual el hombre sea libre. 

BACHMANN: -¿Entonces es inútil esperarla? 

PASOLINI: -Pero no debemos esperar nada. La esperanza es una cosa horrible, inventada por los partidos para tener contentos a sus afiliados. 
Ya no escribo como antes, lo que equivale a decir que ya no escribo más. Al principio, cuando comencé a hacer cine, pensé que era sólo la adopción de una técnica distinta, casi diría, de una técnica literaria distinta. Pero luego advertí, poco a poco, que era la adopción de una lengua diferente. Entonces abandoné la lengua italiana, con la cual me expresaba como hombre de letras, para adoptar la lengua cinematográfica. He dicho varias veces como protesta, como total contestación, que habría querido renunciar a la nacionalidad italiana. Haciendo cine, en cierto sentido he renunciado a la lengua italiana, es decir, a mi nacionalidad. Pero hay otra verdad, tal vez más complicada y profunda: la lengua expresa la realidad a través de un sistema de signos. En cambio, un director expresa la realidad a través de la realidad. Ésta es quizás la razón por la cual me gusta el cine y lo prefiero a la literatura, porque expresando la realidad como realidad, opero y vivo continuamente al nivel de la realidad. Un poeta usa la palabra "flor", ¿pero de dónde la toma? La toma de nuestro lenguaje de hombres que comunicamos. La poesía no nos importa nada. Usamos la palabra "flor" porque sirve a nuestras relaciones humanas. En cambio, ¿en qué otro lenguaje se fundan las imágenes? Se fundan en las imágenes de los sueños y de la memoria. Al soñar y al recordar, rodamos pequeños films en nuestras cabezas. Entonces, el cine se basa en un lenguaje completamente irracional: los sueños, la memoria, y la realidad como hecho bruto. Una imagen es infinitamente más onírica que una palabra. En el fondo, cuando uno ha visto un film, le parece haber soñado. 
Mi obra está influenciada por el uso de actores no profesionales y por escenografías no reconstruidas en un teatro. Uso escenografías reales: cuando filmo, yo sólo recojo material. Entonces voy a cualquier lugar, elegido por mí, y recojo el material según la luz, según lo que hay ahí en ese momento. Cuando estás en medio de un paisaje hermoso con los personajes que te gustan, estás ávido. Como un glotón en medio de toda clase de manjares, buceas como una bestia comiendo aquí y allá. Así era yo antes. Ahora tomo un muchacho que no ha actuado nunca, lo pongo frente a la cámara y lo tengo allí un largo rato, recogiendo material. Esto significa que luego debo hacer un largo trabajo de edición para quitar todo lo que es inútil y capturar, en cambio, ese momento de verdad que pudo... centellear en sus ojos, en su sonrisa mientras yo filmaba. En este film, en cambio, esto no sucede porque no es un film de material recolectado, elaborado luego en la edición. Ya está terminado y editado mientras lo filmo. Por eso, necesito un mayor profesionalismo de los actores. De hecho, hay cuatro, cinco actores profesionales en el sentido más puro de la palabra, pero también a quienes elegí de la calle, que actúan por primera vez, los uso como si fueran actores. Pretendo de ellos un desempeño profesional de actores: deben decir la línea entera con la expresión justa del principio al fin, etc. 
Además, dejo un amplio margen para la improvisación, para la libertad. Pero aquí está todo mejor programado que lo habitual. Quiero editarlo de un modo perfecto. Este film debe ser, formalmente, casi un cristal al terminar. No debe ser confuso, caótico, inventado, desproporcionado. Todo debe ser muy calculado, mucho más preciso. Todo: los movimientos, las composiciones, los trucos... Antes hacía los trucos así nomás, aquí no: cuando alguien debe caer muerto, debe repetirlo mil veces hasta que realmente parezca un cuerpo muerto. Siempre trato de obtener esta perfección formal, que me sirve para cerrar, como una especie de envoltorio, las cosas terribles de Sade y del fascismo. 
El uso obsesivo del campo y del contracampo, del primer plano opuesto a otro primer plano, la ausencia de planos sobre el hombro, la ausencia de personajes que salen y entran en el campo, la ausencia, sobre todo, de planos secuencia, son rasgos típicos de todos mis films. En este film, todo eso es llevado a la máxima lucidez y al absoluto. Mis hábitos casi obsesivos son llevados a tal punto de obsesión, que tal vez cambie la cualidad. 
Si creyera que mi cine está totalmente integrado a una sociedad que también quiere la clase de films que hago, entonces quizás no los haría. Estoy convencido de que hay algo 
que no puede ser integrado. La sociedad burguesa digiere todo: amalgama, asimila y digiere todo. Pero en cada obra donde la individualidad y la singularidad se afirman, con originalidad y violencia, hay algo no integrable. 

BACHMANN: -¿A quién se dirige el film? 

PASOLINI: -En general, a todos, a un otro mí mismo. Es verdad que la masa aliena y mistifica la obra de arte cuando ésta es mercantilizada y es propuesta a ellos en un cierto modo, pero la masa está todavía compuesta de individuos. Y entonces en una sala, en un ritual social, donde mi film es propuesto a las masas de ese modo, etc; en estas salas, de hecho, hay individuos. El individuo es el procesador de los problemas del mundo. Todo sucede en el individuo. Atribuyo a los otros, aun al más atado, al más esclavizado, la chance de entender una obra a su modo, a su nivel. Tengo esta fe en la libertad humana, que no sabría racionalizar. Pero me doy cuenta de que, si las cosas continúan así, el hombre se mecanizará tanto, se alienará tanto, devendrá tan antipático y odioso, que esta libertad estará completamente perdida. Continuaría igualmente haciendo cine aun si yo fuera el único hombre libre y esa libertad muriera con mi cine. Continuaría haciendo lo mismo porque necesito hacerlo. Me gusta hacerlo y lo haré. O me suicido o lo hago. Haciendo un film, me expreso. Si luego mi expresión es completamente alienada y mecanizada, ¡paciencia! Entre tanto, me he expresado lo más libremente posible. 

BACHMANN: -¿Cuál consideras el punto central de tu obra, es decir la cosa central que te guía de un film a otro? Un mensaje, una obsesión, una idea... 

PASOLINI: -Es una idea formal de lo que debo hacer, que es igual en todos los films. El esquema formal, la iluminación que tengo de lo que un film debe ser, que es inexpresable en palabras: o lo entiendes o no lo entiendes, no te lo sé decir. Cuando decido hacer un film, lo decido porque tengo una iluminación, que es la idea formal del film. Es la síntesis del film. La idea de un film nunca es el producto de una serie de pensamientos. En todo caso, hay una serie de pensamientos que es interrumpida por una iluminación, como fue en el caso de Sade. Cuando se hace un film, como cuando se escribe una novela, hay fases. Hay una historia de la generación de las cosas y el autor, al final, ha hecho algo que sólo estaba en parte en su cabeza. El montaje del film es un momento de gran sorpresa para el autor mismo, no tanto porque resulta otra cosa de la que tenía en mente, sino porque ha salido la cosa real. Cuando miro las cosas, tengo un ojo racional, crítico, que tomo de mi cultura laica, burguesa y luego marxista. Entonces hay un ejercicio crítico continuo de mi razón sobre las cosas del mundo. Pero mi visión real, la más antigua, la más arcaica, que tuve al nacer y formé en mi primera infancia, mi visión original es una visión sagrada de las cosas. Veo el mundo como casi todos los que tienen una vocación poética, es decir, como un hecho milagroso y casi sagrado. Y nada puede desacralizar mi visión sagrada fundamental. 
Pienso que ningún artista en ninguna sociedad es libre. Estando aplastado por la normalidad y por la mediocridad de cualquier sociedad donde viva, el artista es una contestación viviente. Representa siempre lo contrario de la idea que cada hombre en cada sociedad tiene de sí mismo. Un margen mínimo y tal vez inapreciable de libertad, en mi opinión, hay siempre. No sé decirte hasta qué punto esto es o no es libertad. Pero ciertamente algo escapa a la lógica matemática de la cultura de masas, al menos por ahora. 

BACHMANN: -¿Qué debemos hacer, mientras tanto? 

PASOLINI: -¿Qué debemos hacer? Ser coherentes con las propias ideas y tratar de hacer eso mínimo que uno puede. ¿Qué quieres hacer? 

BACHMANN: -En definitiva... ¿creer? 

PASOLINI: -Incluso no creer. Basta que el no creer sea dinámico. Muchas veces uno que no cree y hace de este no creer una bandera, llega a algo. La verdadera realidad es que el hombre contemporáneo no cree y cree. 

BACHMANN: -Pero Pasolini, ¿cree o no cree? 

PASOLINI: -Creo y no creo. Ésta es la respuesta. 

miércoles, 24 de septiembre de 2014

La "civilización" es la sociedad burguesa, donde la pobreza brota de la abundancia

"No se puede separar el pensamiento de la materia que piensa. Ella es el sujeto de todos los cambios. La palabra infinito carece de sentido, sino es como expresión de la capacidad de nuestro espíritu para añadir sin fin. Como solo lo material es perceptible, susceptible  de ser conocido, nada se sabe de la existencia de Dios. Sólo mi propia existencia es segura. Toda pasión humana es movimiento mecánico que termina o empieza. Los objetos de los impulsos son el bien. El hombre está sujeto a las mismas leyes que la naturaleza. El poder y la libertad son cosas idénticas."
                  (F. Engels, "Del socialismo utópico al socialismo científico")

domingo, 21 de septiembre de 2014

El sentimiento de lo bello

"Siempre he creído que lo bueno no es más que lo bello en acción, que lo uno está íntimamente ligado a lo otro y que ambos tienen una fuente común en la naturaleza bien ordenada. De esta idea se sigue que el gusto se perfecciona con los mismos medios que la sabiduría, y que un alma abierta a las seducciones de la virtud debe ser sensible en la misma medida a todas las otras clases de belleza. Se nos adiestra en ver y sentir, o mejor una vista exquisita no es más que un sentimiento delicado y fino. Así un pintor ante un hermoso paisaje o ante un hermoso cuadro entra en éxtasis por cosas que un espectador vulgar ni siquiera nota. ¡Cuántas cosas sólo se perciben gracias al sentimiento y no es posible darles una explicación! ¡Cuántos "no se que"" se representan a menudo, que sólo el gusto puede juzgar! El gusto es en cierto modo el microscopio del juicio, porque muestra las pequeñas cosas, y sus operaciones empiezan donde terminan los del juicio. ¿Qué se requiere, pues, para cultivarlo? Ejercitarse en ver y en sentir, en juzgar lo bello como inspección y lo bueno como sentimiento. No sostengo que ni siquiera a todos los corazones les ha sido dado conmoverse ante la primera mirada de Giulia.
                                                                                           (J. J. Rousseau, "La nueva Eloisa", 1761)