sábado, 8 de noviembre de 2014

Conversación con Picasso

“Me comporto con mi pintura igual que me comporto con las cosas. Hago una ventana igual que miro a través de una ventana. Si esa ventana abierta no queda bien en mi cuadro, corro una cortina y la cierro, como haría en mi habitación. Con la pintura hay que actuar igual que en la vida, de forma directa. La pintura, por supuesto, tiene unas convenciones, y es indispensable tenerlas en cuenta, no hay más remedio. Por esa razón es preciso tener constantemente ante los ojos la presencia de la vida.     
El artista es un receptáculo de emociones procedentes de cualquier lugar: del cielo, la tierra, de un trozo de papel, de una figura que pasa, de una telaraña. Por eso no hay que establecer distinciones entre las cosas. Para ellas no existen escudos de nobleza. Uno tiene que agarrar lo que le parece interesante donde lo encuentra, excepto en las obras propias. Me horroriza copiarme, pero cuando me enseñan una carpeta de dibujos antiguos, por ejemplo, no vacilo en agarrar de ella lo que quiero.
El pintor experimenta estados de plenitud y de evacuación. Ése es todo el secreto del arte. Si doy un paseo por el bosque de Fontainebleau  y  agarro una indigestión de verde, debo evacuar esa sensación en un cuadro. En ese caso dominará el verde. El pintor pinta como una necesidad urgente de descargar sus sensaciones y sus visiones. Los hombres se apoderan de ellas para cubrir un poco su desnudez. Agarran lo que pueden y como pueden. Yo creo que al final no agarran nada; simplemente cortan un traje a la medida de su incomprensión. Lo hacen todo a su imagen, desde Dios hasta el cuadro. Por eso el cáncamo es el destructor de la pintura. Ésta siempre tiene alguna importancia, como mínimo la del hombre que la ha hecho. El día en que se compra y se cuelga de la pared, adquiere una importancia de otra clase, y la pintura se echa a perder.
La enseñanza académica de la belleza es falsa. Nos han engañado, pero tan bien que ya no podemos encontrar ni siquiera la sombra de una verdad. Las bellezas  del Partenón, las Venus, las Ninfas, los Narcisos, son mentiras.
Todo el mundo quiere comprender la pintura. ¿Por qué no se intenta comprender el canto de los pájaros? ¿Por qué a la gente le gusta una noche, una flor, todas las cosas que rodean al hombre, sin tratar de comprenderlas? En el caso de la pintura, en cambio, se quiere comprender. Que comprendan sobre todo que el artista obra por necesidad; que también él es un ínfimo elemento del mundo, un elemento al que habría que darle la misma importancia que a tantas otras cosas de la naturaleza que nos deleitan pero que no nos explicamos. Quienes intentan interpretar un cuadro, casi siempre se equivocan. Hace algún tiempo, Gertrude Stein me anunció, contentísima, que por fin había comprendido lo que representaba mi cuadro: tres músicos. ¡Era una naturaleza muerta!"
                                                                   Christian Zervos (Cahiers d´Art 1935)

              BERNADAC, M. L., DU BOUCHET, P., “Picasso, artista y bohemio


                                                 Pablo Picasso, Naturaleza muerta (1931)

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