No podemos expresarnos a través de una categoría que nos es ajena. Que pertenece a una realidad que no es la nuestra. No podemos expresarnos a través del cine, porque éste presupone toda una infraestructura y una ideológía ajena.
No podemos Ser a partir de lo que no somos. No pretendamos ser a través de lo que no somos.
No digamos que queremos hacer cine, digamos que buscamos un medio de expresión en la conjunción de imágenes y sonidos. Pongamos en primer lugar el rol social de la expresión artística. Subordinemos los medios técnicos a nuestra visión del mundo y desechemos el status industrial y comercial de las obras.
Si logramos que una persona x abandone por algunos segundos la visión de un producto en el que se invierten millones en su realización y marketing, para ver una obra realizada desde nuestra realidad socio-económica, ya le ganamos al mundo.
Para el modelo cultural dominante, hacer una película, no significa tanto realizar una obra, mayor o menor, buena o mala, como fabricar un producto costoso que supone una pesada infraestructura y que exige un éxito que reporte un beneficio y permita una nueva inversión.
Este tipo de práctica cinematográrfica consiste en un conjunto de normas estílisticas defensoras de un modo de producción, un sistema coherente en el que las normas estéticas y el modo de producción se interrelacionan. Este modelo holliwoodense se organiza alrededor de la necesidad y de la aptitud para contar historias con el fin de obtener el mayor beneficio posible. De ahí la importancia de la normalización estílistica que busca "narrar mejor", y que explica el papel de las reglas del guión y de la organización fílmica del espacio, del tiempo, del punto de vista. Esta normalización tiene también una dimensión económica: supone y permite la estandarización, la división del trabajo, reglas de oro de la racionalización industrial en un sector dedicado a la producción destinada a un consumo masivo.
De ésta manera el "cine" está sometido a las reglas del mercado y en este sentido la industria cinematográfica no se diferencia de la de los detergentes o la del automóvil.
Para quienes buscamos simplemente un modo de expresión en obras que no serán de consumo masivo ni tienen porque reportar beneficios económicos, el cine con sus postulados es un opción falsa.
Llamémosle x y cuidemonos de que nuestras normas estéticas y formas de producción se relacionen con nuestra cosmovisión. El punto de vista es igual al ángulo de la cámara.
(Una reflexión sugerida por Michel Lagny)
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